jueves, 7 de abril de 2011


A los pies de un árbol se me cayó una lágrima.
Fue de tristeza, de desesperación, de desconcierto. 
Lloré sentada bajo el cielo oscuro de la noche,
sola, en una plaza partida en dos. 
Me di cuenta que me pasaban cosas que no estaba viendo. 
Que no estaba mirando.
Me decepcionaron, tal vez. Es eso?
No sé. 

Lloré. Y lloré y lloré.
Pero después toqué el pasto.
Sentí energía por mi cuerpo, energía de la tierra, del pasto,
del tronco del sabio árbol. 

Me reí, por suerte.
Me reí, alegre de saber que siento, que lloré porque estoy viva,
que mi corazón no es sólo mío sino que de todos los mios.

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