Ayer vivimos una situación surreal y familiar. Hace un par de días que estamos en esta casa de desconocidos, conviviendo con una neozelandesa, un escocés y dos tailandesas. Como Mint y Pin están ya hace un mes viviendo acá, nosotras nos sentíamos bastante controladas por Andrea, la mother.
./ Estábamos en el countdown haciendo las compras diarias y pasando por la caja una mujer delante nuestro se da vuelta y dice: Uruguayas? Siiiiiiii!, le contestamos. Nos dice: Les paso mi numero ya, hagamos algo estos días, unos mates, vivo hace cuatro años acá y me emociono cada vez que encuentro gente de allá! Anotamos su número y tras pagar salimos a la vereda, donde dos chilenos eran interrogados por la misma uruguaya: Uruguayos? No.
En ese momento la pareja de chilenos nos vieron cara de extranjeras y vinieron a preguntar por hospedaje. Le dimos el número de nuestra mamá Andrea y nos pidieron llamáramos nosotras porque no sabían inglés. Tenían lugar y nos siguieron en el auto.
../
Esa noche decidimos cocinar pizzas caseras para toda la familia. A las tailandesas les encanta la pizza y siempre dicen que en su país solo se come comprada en lugares como Pizza Hat, donde sale muy cara.
Bel se puso a hacer la masa, yo la salsa de tomates naturales (si, mamá, los deje despelarse en agua caliente! ) y Chestu ayudaba en todos lados. Resulta que Mint y Pim querían aprender, por lo que la cocina estaba llena de gente yendo y viniendo, cocinando y aprendiendo, y la pareja chilena que mucho no entendía pero participaba.
Las pizzas salieron delis con algunas alteraciones (las thai thai la querían power y le metieron pancho, panceta y hongos). A Chuk y Andrea (nz padres) les encantó, los chiles todavía estaban medios tímidos y las thai thai eran nuestras hermanas. Se generó algo increíble difícil de describir. Muchas culturas sin mismo lenguaje comunicándose a través de algo que no se sabe bien que es, que todos conocen. Ese lenguaje universal que nos habla de un todo, de una unión sin realmente limites o diferencias. Es eso que tantas veces queremos nombrar, que intentamos lograr conceptualizar y mira donde lo vamos a encontrar. Conceptos conceptos casi tangibles. Conexión generada por la distancia, por la necesidad de encontrarse.
Nos fuimos a dormir panza llena y corazón caliente.
Primer día de trabajo, hoy.
Nos levantamos 6.45. El aire helado en la cara, la cama calentita, cuánta fuerza de voluntad necesitamos! No quiero ni pensar en el invierno, no no no no no. Desayuno rápido para no llegar tarde: Café caliente más que necesario, tostadas y yogurt con cereales. Al auto. Wow, cuánto frío. Quién maneja? Yo no! , yo tampoco: Chestu, te tocó. La puta madre con este frío, y recién es marzo. Todo tipo de puteada y a llegar a tiempo que nos recomendó Chuck llegar antes de lo normal. Llegamos, numero de trabajador, huella digital: sueldo. Nuestros ojos solo ven el sueldo que tanto precisamos y añoramos. Nos sentamos a esperar que nos llamen y se nos prenden algunas otras personas, argentinos principalmente. Muchos indios esperando que poco entienden, con cara de perdidos, mas que nosotros, mucho mas. No como nosotros, mucho mayores, realmente necesitados del trabajo. Impresiona.
Les/nos hacen sacar pañuelos y joyas, todas. Nosotras ya sabíamos y no llevamos nada salvo alguna cosita escondida. Nos cuentan un poco en un inglés muy cerrado y pasamos a la fabrica. Seeka Oakside, cool and packing house. Horas de esperar listos para empacar, pero nada. Las máquinas andan mal y es el primer día de la temporada, todo está a prueba. Unas horas y empieza el trabajo. Colocar kiwis en sus lugares, cerrar cajas, abrir cajas, llenar cajas, empapelar cajas. Almuerzo. Media hora y a trabajar. Cajas, kiwis, fuerza, calor, gente, cajas, kiwis, cajas, kiwis, kiwis, alguna charla, kiwis, charla, calor, hora?, piernas, kiwis.
Cruzan ideas por la cabeza. Mis amigas acá, cómo reaccionarían. Se imaginarán en casa lo que es esto? Si Naty estuviera acá su rodilla le rompería las bolas, suerte que le puedo avisar de antemano. Maru hablaría con los indios más que nadie, yo hablo con los maoríes. Me caen bien. Me acuerdo de Vero y lo que piensa de estos trabajos. Pienso en Vale, antes que verse con este uniforme preferiría usar el de la Utu, e igual le quedaría bien. 11 horas de trabajo. Pienso en el resto de mis amigas, también que Andru renunciaría porque le parecería un divague haber estudiado para estar acá, todos de alguna forma lo pensamos pero acá estamos. Se me ocurre también que Juancho inventaría una maquina para facilitar todo esto. Pienso en canciones y las canto, para adentro y para afuera. Cuando estoy lejos del resto las canto del todo. Veo y oigo que un indio también canta para alivianar las horas, le sonrío pero no me ve, o se hace el que no me ve. Pienso en el mail de Vale, hoy de noche lo respondo, seguro, espero no llegar tan cansada. Llego cansada. Pienso.
El tiempo pasa lento. Charlo con dos chicas neozelandesas, son chicas y trabajan hace años en los kiwis. Me pregunto por qué siguen ahí y les pregunto para qué trabajan, si para vivir o juntar plata: Juntar plata. Charlo con una chica maorí. Me pregunta de dónde soy y conoce algo. Le pregunto por su familia y me dice que algunos trabajan ahí. Me pide que cante una canción, me río. Le pido que mejor cante ella una canción. Me dice que no, pero al rato la escucho cantando algo. Le pregunto, es una canción maorí que le ensenaron en la escuela que cuenta una historia, pero no sabe bien cual. No le gusta el idioma maorí ni nada relacionado, no entiendo muy bien por qué pero me sigue contando cosas. Números en maorí, hola y chau, etc. Me pregunta por el español, sabe bastante. Cuenta hasta 4 en los dos idiomas.
Nos siguen rotando los lugares, María para aquí, María para allá. Somos las tres Marías. Al fin después de mucho mucho rato, más del previsto, se hacen las 7. A lavarse las manos, sacarse el uniforme, poner huellas digitales y salir al sol, que poco queda.