Estaba orgullosísimo de su camión de última tecnología. Yo
me reía y me acordaba del tano y mis hermanos cuando me contaba que si él
marcaba una velocidad determinada el camión andaba sin que tenga que apretar el
acelerador ni nada. Es para que no le pongan multas cuando hay límites de
velocidad. Tal cual aquel capítulo de Los Simpson, el camionero “el rojo” y su
secreto. Jaja. Obviamente le expliqué el capítulo. Me pidió anotara mi nombre
para agregarme a Facebook y nombres de bandas de Uruguay. También me recomendó
en el camino al sur frenar a comer langostinos en un puesto sobre la playa
antes de llegar a tal ciudad.
Me dejó en Norsewood, se bajó a ayudarme a bajar y me pedía
“be safe”, que no haga más dedo o que haga sólo a parejas. Y así lo hice sólo a
parejas, como siempre, pasa que siempre me frenaron hombres. Busqué el mejor
lugar para pararme, no en curva y con espacio para frenar. Frenó una pareja de
viejos, al fin, pensé yo. Estaban yendo al hospital a hacerse un chequeo
general, super orgullosos de su Nueva Zelanda. Tenían hijos, algunos en
Australia y otros en el sur. La mujer no hablaba o hablaba bajísimo. Se
llamaban Richard y Kelly o algo así.
Ya al mediodía me dejaron en un pueblo de mala muerte en el
cruce de dos rutas distintas que llegan a Wellington. Fui al baño público y de
distraída casi me meto al de hombres y justo sale un señor y me choco. Voy al
baño, como una manzana y voy a averiguar qué ruta me conviene. Decido que
pruebo un ratito y sino me tomo un ómnibus. Apenas empiezo a hacer frena una
pareja de veteranos. Buena, pienso yo, de nuevo. Nunca levantaron a nadie ni
pensaban hacerlo pero resulta que el hombre fue el que me choqué en el baño y
por eso me habían visto y les había caído bien. Charlé como siempre de Nueva
Zelanda, de Uruguay, pero me di cuenta estaban paranoicos con que hiciera dedo.
Esta vez era a la inversa, ella hablaba mucho, él no hablaba.
Fuimos por una ruta panorámica que acababa de inaugurarse ya
que se había derrumbado una pared de rocas y la habían cerrado. Estaba divina,
un río y muchos puentes y montañas. Empezó a nublarse. Ellos iban hasta
Palmerston North y volvían a su pueblo. Me llevaron hasta la terminal de
ómnibus y me hicieron jurarles que me iba a tomar uno. Les dije que sí pero no
les convenció y bajaron atrás mío. Intentaron pagármelo a toda costa, pero no
había forma. Qué locura. Yo pensaba que mamá los hubiera abrazado. Medios
psicópatas, te diré, pero bueno, lograron su objetivo y yo me compré el pasaje
a Wellington y un sándwich. Recargué mi botella de agua y esperé.
Ya en el ómnibus pensé que estuvo bien, empezó a llover. El
camino era divino, todo una cordillera a la izquierda y a la derecha planicie.
Casas cada tanto, todas arregladas, siempre. Me senté adelante para ver bien el
camino.
Llegué a eso de las 5, como anunció el conductor, estaba
helado. La estación era alucinante y ya había hablado con las chicas y estaban
buscando backpacker donde quedarnos. Las contacté y me pasaron una dirección,
me dijeron que me venían a buscar pero caminé hasta ahí, en el camino por la
ciudad del viento pregunté un par de veces y una india me acompañó hasta casi
destino, vivía acá hacía 10 años. Me encontré con las chicas!, pagamos el
hostal y a bajar valijas. Nos actualizamos un poco y dimos unas vueltas, es
lindo Wellington, muy lindo y muy ventoso. A las 6 teníamos algo de comer
gratis en el bar del bckpck, eran macarroni & cheese, pero muy pocos.
Nos bañamos, vestimos, y fuimos en búsqueda de noche. Nos
dio hambre, pasamos por Burguer, lloviznaba de a ratos, de a ratos no tanto.
Tras caminar y preguntar (después de entrar al Cosmic) llegamos a una callecita
de bolichitos muy buenos. Todos tranquis. Empezamos por una cervecería. Cada
una probó una cerveza. Ricas pero caras. Después de un rato nos fuimos a buscar
algo más movido.
Entramos a un bar dónde había bastante gente y al rato se
armó baile. Se sentó en nuestra mesa una borracha borracha, de 30 y algo de
años q en su estadito nos contó q había venido de Auckland a Wellington a
saludar a la gente. Y nos decía hiiii y movía la mano tipo saludo. De repente
escuchaba canciones y cerraba los ojos y cantaba gritando, nosotras nos hicimos
una fiesta mirándola, no podíamos reírnos tanto. Me regaló un tequila, no sé si
fue porque me escuchó que yo decía en broma a las chicas que ahora nos invitaba
a todas un trago.
Después llegó un grupo de marines de EEUU con los que nos
colgamos a hablar. Eran jóvenes de alrededor de 22 años, vivían en Hawaii pero
viajan por todo el mundo, eso es lo bueno. Brian estudiaba música en la
facultad pero no le dio la plata para pagarse toda la carrera y por eso entró
en la Marina. Igual ahora estaba muy contento. Me contó que su mamá era de las
Filipinas y su papá era marino. En uno de sus viajes su mamá quedó embarazada y
nunca más lo vio.
Fuimos todas a bailar, charlar, tomar, bailar. Hice
competencia de bailes raros con un marin, lo que me reí !! Después llegaron los
chicos que acababan de llegar del norte, Edu (big bro, Cordo, Cordi), el Tano
(tanito), Feche, Leo y el negro. Todos argentinos, de córdoba o Jujuy.
Seguimos la noche con ellos, el latinaje junto, siempre.
Estuvo bueno. Había un freakie vestido de satán-dios. Todo de negro con capa
negra, cuero, tachas, cruces y un gorro negro como de gnomo. Jajaja. A eso de
las 3 y pico nos fuimos a dormir (no sin antes pasar por Mc), éramos los únicos
que quedaban en el boliche, los latinos.
Al otro día recorrimos caminando, comimos en Mc Donalds,
para variar. Fuimos al “Te Papa”, un museo gratis alucinante. Había de todo,
desde películas medio interactivas hasta sala de juegos para niños donde podías
dibujar cosas maoríes. Mostraban las dos historias, la maorí y la inglesa. A
las seis teníamos cena en lo de una conocida del papá de Viru. Pensamos que era
cerca asíque un rato antes salimos para comprar postre y vino. Nos perdimos,
obviamente, y era lejos. Asique llegamos tarde.
Gaby y Dani, unos divinos. Nos esperaron con cervecitas y
copetín, charlamos mucho y pasamos a cenar pizzas deliciosas. La verdad
disfrutamos muchísimo la cena. Ellos viven acá desde hace 10 años, se vinieron
después de la crisis de Argentina. Él es arquitecto y al principio le costó por
el inglés pero ahora le va muy bien. Nos contaba que acá la casa más barata o
de gente de pocos recursos sigue siendo una casa grande. Y ahora piensa buscar
también trabajo en Australia donde pagan demasiado. La hija piensa volverse a
vivir a Córdoba aunque ahora la ve más difícil ya que estudia para ser guía o
profesora de buceo.
Comimos el postre y ya era tarde, con mucho sueño nos
volvimos al backpacker y a dormir. Decidimos que al siguiente día cruzábamos al
sur en el ferry de las 2 de la tarde.