Luego de una larga tomada de chocolate caliente respondió
por fin mi amigo Shane (Cheynne). Diciendome que me pasaba a buscar por donde
estuviera, me hizo sentir a salvo. A eso de las 7.30 (noche cerrada en NZ)
llegó con dos compañeras del trabajo a las que tenía que dejar en sus casas.
En el momento que me subí al auto estoy segura de que
palidecí. Mi cerebro decía: con quién estás, yendo adónde, lo conociste hace
muy poco, mirá si la mamá o él están locos. Mi ser decía, tranquilízate, lo
conoces y confiás en él, déjate llevar un poco, un poquito.
Compramos unas cervezas y seguimos rumbo a la casa, un
camino largo y sumamente oscuro. Shane me explicaba que estábamos rodeando el
lago, y yo con mi conflicto interno no podía disfrutar demasiado. Al fin
llegamos.
Llegamos a la casa, qué momento. Como la mayoría de los
hogares neozelandeses, era de madera estilo prefabricada y con un toque del sur
de EEUU. Estaba la mamá adentro, cocinando Karen. Una diosaza. Rubia color
ceniza, de ojos claros y cara curtida. Me ofreció muchas cosas e hizo sentir
como en casa.
Miramos un rato de TV hasta que estuvo la cena y comimos en
los sillones mirando también TV. Series como “desesperate housewives” o “revenge”.
A Karen le gustaban y Shane las odiaba, yo me reía de sus peleas amistosas y
por lo bien que se llevaban. Como amigos.
…
Te cuento un poco de Shane. Es un kiwi (en realidad es
australiano) super eléctrico. Lo conocimos en la packhouse donde iba todo el
tiempo a mil y no se aburría de ayudar a los demás. Todo empezó cuando él me
hizo una broma de lo bajita que era. Así de a poco fuimos agarrando confianza,
y con el resto.
Me contó que tiene 29 años y dos hijos, Gemma y Cruz.
Chiquitos. Que la mamá de sus hijos está loca y que los ve muy poco y extraña
muchísimo. Es muy atento y se ve desde lejos que es buena persona. Cuando nos
veía cara rara no dudaba en preguntar si estábamos bien e intentaba hacernos
sonreír.
Fue así que cuando le conté de mi partida sola lo primero
que hizo fue invitarme a su casa. Una semana, me dijo primero. Así vamos a
pescar y te llevo a recorrer de verdad. Noo, le dije. Entre que tú estás
trabajando y yo tengo que llegar al sur en una semana mejor solamente te visito
un día. Pero quédate en casa.. No sé, veremos.
…
La cena estaba buenísima a no ser porque el elemento
principal era el pollo, acompañado de arroz, papas, brócoli y alguna otra
verdura. Como buen hijo Shane se quejó del brócoli. A mi me dijeron un millón de
veces que comiera solo lo que quisiera. Y así lo hice. Me dio un poco de
vergüenza el dejar el pollo pero el plato era enorme y todos dejaron bastante.
Cada tanto salía a acompañar a Shane a fumar, una de las
veces cruzamos la callecita hasta un descampado que daba al lago. No había más
que oscuridad ya que la luna no nos acompañaba y no había muchas casas
alrededor. Sin luces en las calles o los típicos lugares, nada.
Las estrellas sí que estaban todas y en su mayor esplendor.
El ruido, la canción del agua, y las estrellas.
Me ofrecieron bañarme pero me daba frío. Todo el tiempo me
ponían la estufa en los pies, todo, llegué a tener calor.
Me instalé en el cuarto de la hijita aunque me ofrecieron
cambiar con Shane por si hacía mucho frío y me llevaron la estufa. Mucho
rosado. Dejé el celular y la linterna debajo de la almohada y me quedé de
sobremesa escuchando música y charlando hasta que para variar me quedé dormida
en el sillón y me levantó para que me fuera a dormir.
Metí el sobre adentro de la cama ara anular el frío y
verdaderamente dormí perfecto. No me desperté ni una vez ni tuve frío. A las
6.30 me levanté, armé la mochila y tomé un té de desayuno con Shane. Saludé a
Karen y le agradecí muchísimo. Me repitió muchas veces que nunca me sienta sola
en NZ ya que siempre tendré lugar en su casa.
(Pausa: Ahora estoy en un hostal en Napier y dos inglesas
comen mandarina tomando vino, rarísimo)
Shane me dejó en la estación de ómnibus con un fuerte abrazo
y un “nos volveremos a ver”.
Averigüé y el próximo
ómnibus salía a las 10 y pico y todavía eran las 8. Me conecté y se hicieron
las 9. Seguía sobrando tiempo y por si las dudas fui hasta la ruta a hacer
dedo, solo a mujeres o a parejas como me aconsejó Karen. A los 15 minutos paró
un hombre al cual no le hice dedo pero lo había visto en la estación por lo que
sabía que quería un viaje. Se llamaba Tim o Jim, era neozelandés y me hizo
acordar un poco a Álvaro Ribas. Me subí porque tenía una camioneta tipo
familiar.
Le conté un poco de mí y obviamente casi no conocía Uruguay,
sólo de nombre.
Me contó que él no había estudiado de joven (como la
mayoría) y que había decidido estudiar ahora algo así como consejero
matrimonial (ahí pensé que capaz estaba medio loco obsesivo con algo) y
consejero de niños conflictivos (ahí me tranquilicé).
Que tenía dos hijos, uno de 23 casado que se iba en breves a
trabajar a Australia y luego su familia.
Estuvo casado durante 20 años con una mujer cuya familia era
de la Polinesia y la venía a visitar muy seguido. Parece que su casa estaba
siempre siempre llena de gente y eso lo cansó. Ahora son amigos y ambos se
volvieron a casar.
Él trabaja viajando por NZ, una semana viaja, la otra vive
en Auckland. También toca la batería en una banda. Hasta el año pasado tocaba
con su banda de hace 18 años en pubs, restaurantes y fiestas. Por su trabajo y
por otro de la banda se tuvieron que separar. Canoso de ojos y piel clara. Se
pasó de su destino por ir a llevarme hasta el centro. Me dejó frente a
McDonalds por si quería almorzar sobre el lago. Justo me llegó un mensaje de
que las chicas estaban frente a Mc, en el lago. Increíble.
n
Tim me contaba que casi no había salido de NZ
pero que quería visitar a un amigo en Canadá desde hace tiempo. No va porque es
muy caro. Yo le dije que se lo ponga como un objetivo porque sino nunca o iba a
hacer y que imposible no era.
Terminé de desayunar con las chicas en una mesita frente al
lago de Taupo. Divino. Montañas nevadas de fondo, café en las manos y patos en
el lago. Después de ir al baño y lavarnos los dientes en Mc (como siempre)
partimos en el auto a recorrer un poco.
Fuimos a un parque natural donde había un río de agua de
color increíble y que corría con una fuerza demencial entre grandes paredes de
rocas. En un momento desembocaba como catarata en un enorme lago cristalino. El
camino lo cruzaba un puente y lo costeaba.
Después recorrimos un par de lugares, y ya frustradas porque
todo era muy caro, llamamos a averiguar a un lugar de piscinas termales. Nos
gustó el panorama. Resultó que por 200 dólares teníamos alojamiento para 5 y
acceso a las pisinas hasta las 9.30pm. Pero por 100 había para 4, por lo que yo
decidí dormir en el auto y así nos pusimos el bikini y al agua. El agua hervía.
Eran piscinas en el medio de árboles, de vegetación, de selva. El agua enía de
debajo de la tierra y tenía que ser enfriada. Había un super tobogán al que
inauguramos. Éramos niñas en algunos momentos y jubiladas en otros, recostadas
horas sobre los chorros de agua de ojos cerrados.
Cenamos fideos con salsa 4 quesos cocinados en una “olla
eléctrica” o algo así. No teníamos otros utensilios! Muertas de sueño nos
fuimos a dormir.
Hoy 8.30 arriba, a hacer los bolsos y decidir adónde ir. Yo
me decidí por Napier y las chicas por el este. Sigo con mi pedacito de ruta
sola, esta vez separada de verdad. ME dejaron en el i-site y averigüé el
ómnibus más próximo. Era a la 1.05, y eran las 10. Me fui a Mc para conectarme
un poco a internet y a las 11 fui a recorrer el lago. Bajé a la mini playa y
saqué un par de fotos. Fui al pack n save a comprarme agua, 2 manzanas y unas
galletitas, no sin antes comerme mi sándwich en la mesita frente al lago.
Subí al ómnibus. El conductor cada tanto contaba historias
sobre lo que veíamos. Dicen los maoríes que esas montañas son una mujer
embarazada, pero hay otra leyenda que bla bla. Los paisajes variaron, siempre
muy lindos y montañosos. A veces verdes y a veces terracotas. Esos me
encantaron. Los secos con bordeaux y colores crema, amarillos (se está poniendo
frío) De a ratos me dormí y de a ratos miré.
Me hacían acordar mucho a mamá. Los colores, las plantas.
Terracotas. Mamá.
Llegué a Napier con mi “lonely planet” en la mano en
búsqueda de un backpacker. Entré en el primero que me recomendaba l libro, con
una estética muy Art Decó, sobre la peatonal de la mini ciudad. (Criterion Art
Deco Backpacker)
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