lunes, 14 de noviembre de 2016

Roadtrip East Coast

Caminando hacia el sur con Toia y Alberto, conversaciones que se vuelven graciosas por el simple hecho de compartir y descompartir tanto un idioma. Rutas largas y lindas, llenas de montañas, bosques, vías del tren, y que si buscas, siempre llegan al mar. 

Salir de Port Douglas, dejar atrás dos meses de luz, de encuentro de equilibrio y desencuentro de saber. Haber encontrado desde el principio una familia, grande, chica, variada. 
Haber encontrado, también, desafíos victoriosos y frustrados. Encontrar por fin el tiempo libre tan esperado, y encontrar después que si no nos cultivamos no tenemos forma sana de ocuparlo. Descubrirnos frente a trabajos desconocidos, y sabernos responsables y a la vez más relajados de lo que pensábamos podíamos ser. Más sanos.

Encontrarnos con una sociedad australiana liberal, que no discrimina ni conoce grandes diferencias sociales, que no sufre por la búsqueda de un trabajo o por querer llegar a fin de mes. Que lo tiene todo para estar cómodo, pero que a veces ésta comodidad le quita las ganas de conocer, el hambre. Dar todo por sentado puede resultar aburrido. 

Sumergirnos al lado wild del continente, al bosque espeso, vivir en él, convivir con sus habitantes. Lograr aprender que éste es su mundo y nosotros sus invitados, y agradecerles el aceptarnos acá. Sentir también un poco de miedo, por saber que en sus manos puede estar nuestra vida, y que no hay armas ni tecnología capaces de impedirlo. Respeto. A lo desconocido.

Vivir lo divertido de amar un rato, de conocer una cultura diferente y llevarnos lo bueno y lo malo de ese otro mundo que solo se diferencia por el lugar geográfico donde te hiciste ser. Descubrirse a uno mismo en el encuentro, descubrir nuestros valores, nuestras reacciones y lo que esperamos del otro. Y preguntarnos por qué.

Poder decidir el próximo paso, ser libre de elegirlo, el lugar, las personas, el camino. Darle la oportunidad a alguien desconocido, dejarlo entrar y disfrutar lo descubierto. Acá vamos, hoy hay viento y nos pasamos manejando, nos pasamos del destino. Asique 1770 quedó atrás sin que podamos verlo, pero en el mapa aparece una ruta panorámica por la Costa de la west, y allá vamos.

Manejar con el sol de frente, el auto hecho un tétris con nuestras pertenencias; mochilas, mats, carpas, ollas, condimentos, guitarra, cartucheras, cámara de fotos y algo más. Tener en las manos la importancia de viajar con poco, con lo necesario, porque al final es lo único que usamos. Ir entrando a un pueblo y comprobar con la vista si nos gusta o no. Estacionar, seguir, frenar.

Primer parada: Townsville. Compras en el Woolworth para la noche y los días en la isla. Dormir en un spot gratis cerca de la playa. Picada de quesos, palta, humus, galletas de arroz y vino. Amanecer con todas las ganas de estar en la isla.

Segunda parada: Magnetic Island. Nosotros y la van en el ferry para llegar a una isla agreste, con barrios separados por montes y bosques. Almorzar frente al mar, cuscus con queso, verdes y castañas de cajú + tecito y chocolate de postre. Después chillearla en el pareo y dibujar, charlar, dibujar. Pasar el rato. Vemos que mucha gente vive acá y nos parece muy flashero vivir en una isla de una isla. 

Encontramos, gracias a que nos comentaron, un spot perfecto para dormir. En el este de la isla están todas las playas, los caminos, la gente. En el oeste hay un solo camino, más rústico, sin salida a la playa hasta el final de la calle principal de piedras y con alguna casa bordeándolo, que no está a la vista. Llegamos al West Point, enterramos la van (literalmente) y armamos el campamento. Pareo, velas, pescado, carne, papas, guitarra y momento. Noche de estrellas y ruido sutil del mar. Preparamos Cocomojie, un trago nuevo a base de alcohol de coco hecho por un veterano de Port Douglas conocido de Albert a través del restaurant (Seabean). Le agregamos hielo, menta y lima... Y boilá!

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Parte II



Hay música de fondo constante, demasiado buena, parece un bar de un viejo con buen gusto sesentoso. Aparecen dos hombres, los del buen gusto musical que resulta tienen el parlante en mano. Viven en Australia pero vienen siempre que pueden a su casa en la isla. Nos felicitan por haber encontrado ese lugar, alegando a que estamos en el exacto West Point, ya que la mayoria de la gente deja su auto y camina por ahi, porque claro, está prohibido acampar. Toman un cocomoji y nos regalan un porro de mariguana cultivada por ellos en la isla, y se van prometiendo volver mañana a las 8 a desenterrarnos.

A las 9, cuando nos despertamos, no hay rastro de personas. Sí calor, mucho. Levantanos carpas, chilleamos, desayunamos, y al mediodía nos dedicamos a desenterrar la van con la ayuda de 3 aussies cracks que engancharon su 4x4... Too easy.

Volvemos al este, llegamos a Alma Beach, una bahía que nos conquista. Rocones que encierran una playita de cuentos. Agua verde, barbecues y almorzamos ahi. De tarde retomamos van hacia unas grutas repletas de wallabees y desde ahi vemos un cuasi atardecer estupendo.

Para dormir volvemos al West Point, en el camino llueve y entre los árboles que acunan la calle se genera una imagen mágica. Juntamos leña, armamos un toldo y fuego cual si fuésemos boy scouts y generamos un espacio habitable contra la van. Estamos muy bien. En el fuego cocinamos los fideos a los que les ponemos rúcula, palta, tomates cherry, aceite de oliva y queso. Todo esto entre árboles frente al mar, y con el ruido y olor a lluvia. 

- viejo rompehuevos que pinta la van -

Amanecemos con el agua calma y la arena mojada, el cielo todavía gris azulado resalta los colores de la isla. Ordenamos y nos ponemos de acuerdo en hacer un trekking, por el que vemos koalas y restos de la infrastructura de la guerra. Hermosos paisajes se ven desde los montes agrestes que subimos. A la vuelta caminamos hasta Arthur Bay, otra bahía alucinante, esta vez despoblada gracias a su difícil acceso.
Ferry back con helado de cookies and cream.

Ruta otra vez, ésta vez hasta House Hill, pueblito que cuando llegamos estaba a pleno gracias a algún festival que no alcanzamos a vivir. Duchas gratis de agua caliente y tiempo máximo de 5 minutos, espacio donde estar y cocinar. Wraps con choclo, zanahoria y cebolla saltadas, verdes y hongos, y como siempre pide eshpaña (Albert); un vinito. Después de charlar con un lugareño damos con una plaza ideal para acampar. Al amanecer se escuchan caballos relinchando y abriendo la carpa los vemos entrenando, estamos en un parque-hipódromo. 

Llevamos a Albert hasta Ayr, un lugar desde donde se va a bucear a vet un bardo hundido, el Yongala (si lo cogen)! Ahí vemos un cangurito con su cría en la bolsa. Mágico. Hacemos tiempo y cuando vuelve salimos para Townsville. Lindo pueblo, más movido, chela pizzas y música en vivo en la vereda (juntamos plata y todo!)


Tercera parada: Whitsunday Island

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